Es fácil perder de vista nuestro objetivo principal en la vida: amar a Dios sobre todas las cosas. La Biblia nos enseña que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza (Deuteronomio 6:5) y no amar al mundo ni a las cosas que hay en el mundo (1 Juan 2:15). Sin embargo, a menudo encontramos que nuestras prioridades están fuera de lugar y que estamos amando al mundo en lugar de a Dios.

En este artículo, exploraremos las enseñanzas bíblicas sobre cómo amar a Dios y no al mundo, y cómo esto puede transformar nuestras vidas y ayudarnos a crecer en nuestra relación con Dios.

Amando a Dios sobre todas las cosas:

La Biblia nos dice que debemos amar a Dios sobre todas las cosas. Esto significa que Dios debe ser nuestra prioridad máxima y que debemos buscar agradarlo en todo lo que hacemos. Cuando amamos a Dios, buscamos su voluntad y buscamos vivir de acuerdo con sus principios. Buscamos ser fieles a él, aun cuando esto signifique sacrificar nuestros propios deseos y comodidades.

No amar al mundo:

Por otro lado, la Biblia nos advierte contra amar al mundo. Amando al mundo significa que nuestra atención y nuestros deseos están puestos en las cosas de este mundo en lugar de en Dios. Cuando amamos al mundo, buscamos satisfacer nuestros propios deseos y comodidades antes que agradar a Dios. Esto puede llevar a vivir una vida superficial y sin significado, y puede alejarnos de Dios.

Cómo amar a Dios y no al mundo:

Para amar a Dios y no al mundo, debemos tomar medidas concretas para poner a Dios en el centro de nuestras vidas. Esto incluye:

  • Leer y estudiar la Biblia regularmente para conocer a Dios y su voluntad.
  • Orar diariamente y buscar una relación más profunda con Dios.
  • Practicar la generosidad y la fidelidad, y buscar ser un siervo fiel de Dios.
  • Evitar las distracciones y tentaciones del mundo y buscar vivir una vida llena de significado y propósito.
  • Buscar la ayuda y el consejo de otros cristianos y formar una comunidad fuerte y sólida.

En la Biblia, encontramos una advertencia clara en 1 Juan 2:15-16 que dice “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre sino del mundo.”

Es fácil caer en la tentación de amar las cosas de este mundo, como la riqueza, el poder y la fama, pero debemos recordar que estas cosas son temporales y no durarán para siempre. Solo Dios es eterno y merece todo nuestro amor.

Además, el amor a las cosas del mundo nos aleja de Dios y nos hace esclavos de nuestras propias necesidades y deseos. En cambio, amar a Dios nos libera de esas ataduras y nos da la paz y la alegría que solo Él puede proporcionar.

En Mateo 6:33, Jesús dice “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”. Esto significa que si priorizamos a Dios y su voluntad en nuestras vidas, Él proveerá todo lo que necesitamos y deseamos.

En conclusión, debemos esforzarnos por amar a Dios sobre todas las cosas y no permitir que las cosas del mundo nos distraigan de nuestro objetivo principal, que es seguir a Cristo y hacer su voluntad. Y a aquellas almas que aún no han conocido a Cristo, les hacemos un llamado a abrazar su amor y gracia y dejar que Él les guíe en su camino hacia la vida eterna. Vengan a los pies de Jesús y permitan que su perdón y amor transforme sus vidas para siempre.

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